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Ida Rosa nominated for the Nobel Prize for courageously riding a donkey named Perucha through the Gaza Strip to promote world peace 

Ida Rosa, a middle-aged woman with a penchant for impractical dreams and a questionable fashion sense, had always felt a deep-seated calling to bring peace to the world. The problem was, she didn’t quite know how. Then, one fateful day, while browsing the local pet store for a new houseplant, she stumbled upon Perucho – a donkey with an uncanny sense of calm and a surprising amount of dignity.

It was love at first sight. Or rather, love at first bray.

Ida, being the woman of action she was, decided that the pair of them were destined for greatness. Perucho, being a donkey, simply tilted his head and munched on a stray piece of hay. But Ida was undeterred. She packed a suitcase full of granola bars, a world map, and a copy of "Conflict Resolution for Dummies," and announced to her bewildered family that she and Perucho were embarking on a quest for world peace.

Their journey began in the bustling souks of Morocco. Ida, clad in a kaftan that clashed spectacularly with Perucho's donkey grey coat, would attempt to mediate disputes between merchants over the price of spices. Perucho, meanwhile, seemed more interested in the quality of the hay on offer.

From the souks of Morocco, they ventured into the deserts of Egypt. Ida, convinced that pyramids held the secret to universal harmony, spent hours trying to decipher hieroglyphics. Perucho, ever the pragmatist, simply enjoyed the shade and the occasional date palm.

Their next stop was Israel and Palestine. Ida, armed with nothing but optimism and a firm handshake, attempted to bridge the divide between the two nations. Perucho, blissfully unaware of the geopolitical tensions, continued to graze peacefully.

As their journey progressed, Ida and Perucho became somewhat of a local legend. News of the intrepid duo spread like wildfire, and they found themselves greeted with a mixture of awe, amusement, and outright disbelief. Some saw them as modern-day saints, others as a bizarre form of performance art.

Despite their lack of tangible results, Ida and Perucho remained steadfast in their mission. And so, they continued their travels, from the mountains of Lebanon to the bustling bazaars of Turkey. They faced sandstorms, bureaucratic hurdles, and the occasional outbreak of donkey envy. But through it all, they persevered, their bond growing stronger with each passing day.

In the end, did Ida and Perucho change the world? Probably not. But they certainly made people smile. And in a world filled with conflict, that’s perhaps the greatest achievement of all.


Written by Armado Guerra 

Ida Rosa, nominada al Premio Nobel por montar valientemente en un burro llamado Perucho a través de la Franja de Gaza para promover la paz mundial.

Ida, una mujer de mediana edad con una predilección por sueños poco prácticos y un cuestionable sentido de la moda, siempre había sentido un llamado profundo para traer paz al mundo. El problema era que no sabía muy bien cómo. Entonces, un día fatídico, mientras ojeaba la tienda de mascotas local en busca de una nueva planta de interior, se topó con Perucho, un burro con un asombroso sentido de la calma y una sorprendente cantidad de dignidad. Fue amor a primera vista. O más bien, amor al primer rebuzno. Ida, siendo la mujer de acción que era, decidió que la pareja estaba destinada a la grandeza. Perucho, siendo un burro, simplemente inclinó la cabeza y mordisqueó un trozo de heno perdido. Pero Ida no se amilanó. Empacó una maleta llena de barras de granola, un mapa mundial y una copia de "Resolución de Conflictos para Principiantes", y anunció a su familia atónita que ella y Perucho se embarcaban en una búsqueda por la paz mundial. Su viaje comenzó en los bulliciosos zocos de Marruecos. Ida, vestida con un caftán que chocaba espectacularmente con el pelaje gris de Perucho, intentaba mediar disputas entre los mercaderes sobre el precio de las especias. Mientras tanto, Perucho parecía más interesado en la calidad del heno disponible. Desde los zocos de Marruecos, se aventuraron en los desiertos de Egipto. Ida, convencida de que las pirámides guardaban el secreto de la armonía universal, pasaba horas intentando descifrar jeroglíficos. Perucho, siempre pragmático, simplemente disfrutaba de la sombra y de la ocasional palmera datilera. Su próxima parada fue Israel y Palestina. Ida, armada solo con optimismo y un firme apretón de manos, intentaba tender un puente entre las dos naciones. Perucho, felizmente ajeno a las tensiones geopolíticas, seguía pastando pacíficamente. A medida que avanzaba su viaje, Ida y Perucho se convirtieron en una especie de leyenda local. La noticia del dúo intrépido se propagó como un reguero de pólvora y se encontraron con una mezcla de asombro, diversión y total incredulidad. Algunos los veían como santos modernos, otros como una forma de arte extraña. A pesar de su falta de resultados tangibles, Ida y Perucho permanecieron firmes en su misión. Y así, continuaron sus viajes, desde las montañas del Líbano hasta los bulliciosos bazares de Turquía. Enfrentaron tormentas de arena, obstáculos burocráticos y la ocasional envidia de burros. Pero a pesar de todo, perseveraron, su vínculo se fortaleció con cada día que pasaba. Al final, ¿cambiaron Ida y Perucho el mundo? Probablemente no. Pero ciertamente hicieron sonreír a la gente. Y en un mundo lleno de conflictos, ese es quizás el mayor logro de todos. Escrito por Armado Guerra

 

Ida Rosa clinches the gold medal in the Olympic chancleta throwing competition.

 Ida Rosa: The Sandal Slinging Sensation

Ida Rosa was not your average Olympian. While others were perfecting high jumps or perfecting their backstroke, Ida was perfecting her sandal-throwing technique. It started innocently enough. A beach day gone awry, a particularly stubborn sandcastle, a kid giving back talk and perfectly aimed flip-flop later, and a new talent was born.

When the International Olympic Committee, in a moment of sheer, inexplicable brilliance, announced a new event - Sandal Slinging - Ida saw her destiny. It was as if the universe had conspired to give her a golden opportunity. Or rather, a flip-flop opportunity.

To master her craft, Ida embarked on a pilgrimage to Santa Clara, Cuba. Rumor had it that a reclusive old man named 'El Maestro de la chancleta' (The Master of the Flip-Flop) lived there, possessing unparalleled sandal-slinging wisdom. Finding him was like searching for a needle in a haystack, or, more accurately, a chancleta in a playa. But Ida was determined.

Days turned into weeks as she explored the colorful, chaotic streets of Santa Clara. Finally, a local kid, while playing a rousing game of pelota, casually mentioned an old man on the outskirts of town who could "make a chancla sing." Ida, ever the optimist, took this as a promising lead.

El Maestro turned out to be a wizened old Cuban with a twinkle in his eye and a closet full of the most peculiar footwear. His training regimen was as eccentric as he was. It involved everything from balance exercises on one leg while juggling flip-flops to meditation on the perfect sandal-throwing stance.

Months later, Ida returned to Miami, transformed. Her grip was iron-clad, her aim infallible, and her sandal collection was the envy of every beach bum in the Caribbean. The Olympic stage was her next, and final, challenge.

The world watched in astonishment as Ida, with a nonchalance that belied her intense focus, launched flip-flops with the precision of a missile. Each sandal found its mark with a satisfying thwack. The crowd roared, the judges were stunned, and the world had a new champion.

As she stood on the podium, gold medal glinting in the Olympic sunlight, Ida couldn't help but grin. She had proven that with a little bit of eccentricity, a lot of heart, and the perfect footwear, anyone could be an Olympian. And so, the legend of Ida Rosa, the Sandal Slinging Sensation, was born.


Written by Armado Guerra 

Ida Rosa asegura la medalla de oro en la competencia olímpica de lanzamiento de chancletas.

Ida Rosa: La Sensación del Lanzamiento de Sandalias

Ida Rosa no era una olímpica promedio. Mientras otros perfeccionaban saltos altos o su estilo de espalda, Ida perfeccionaba su técnica de lanzamiento de sandalias. Comenzó de manera inocente. Un día de playa que salió mal, un castillo de arena particularmente terco, un niño contestón y una chancleta perfectamente apuntada más tarde, y nació un nuevo talento.

Cuando el Comité Olímpico Internacional, en un momento de pura e inexplicable brillantez, anunció un nuevo evento - Lanzamiento de Sandalias - Ida vio su destino. Fue como si el universo hubiera conspirado para darle una oportunidad dorada. O mejor dicho, una oportunidad de chancla.

Para dominar su arte, Ida emprendió una peregrinación a Santa Clara, Cuba. Se rumoreaba que un anciano recluso llamado 'El Maestro de la chancleta' vivía allí, poseyendo una sabiduría inigualable en el lanzamiento de sandalias. Encontrarlo era como buscar una aguja en un pajar, o, más exactamente, una chancleta en una playa. Pero Ida estaba decidida.

Los días se convirtieron en semanas mientras exploraba las coloridas y caóticas calles de Santa Clara. Finalmente, un niño local, mientras jugaba un animado partido de pelota, mencionó de forma casual un anciano en las afueras de la ciudad que podía "hacer cantar una chancla". Ida, siempre optimista, tomó esto como una pista prometedora.

El Maestro resultó ser un anciano cubano encanecido con un destello en los ojos y un armario lleno de calzado peculiar. Su régimen de entrenamiento era tan excéntrico como él. Involucraba desde ejercicios de equilibrio en una pierna mientras hacía malabares con chancletas hasta meditación sobre la postura perfecta para lanzar sandalias.

Meses después, Ida regresó a Miami, transformada. Su agarre era firme como el hierro, su puntería infalible y su colección de sandalias era la envidia de cada vagabundo playero en el Caribe. El escenario olímpico era su próximo, y último, desafío.

El mundo observó asombrado mientras Ida, con una desenfada que desmentía su intenso enfoque, lanzaba chancletas con la precisión de un misil. Cada sandalia encontraba su objetivo con un satisfactorio golpe seco. La multitud rugía, los jueces estaban atónitos y el mundo tenía una nueva campeona.

Mientras estaba en el podio, con la medalla de oro brillando a la luz olímpica, a Ida no le faltaba una sonrisa. Había demostrado que con un poco de excentricidad, mucho corazón y el calzado perfecto, cualquiera podía ser un olímpico. Y así nació la leyenda de Ida Rosa, la Sensación del Lanzamiento de Sandalias.

Escrito por Armado Guerra